Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 5 de marzo de 1869
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Figueras. Réplica al Sr. Figueras e incidente con en relación con sus palabras finales
Número y páginas del Diario de Sesiones: 19, 338, 339
Tema: Actas electorales de Estella. Sucesos de Pamplona

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Si el Sr. Figueras llama salida de tono a que el Ministro de la Gobernación se levante aquí a defender a sus funcionarios en las provincias cuando son injustamente atacados, y cuando al mismo tiempo se defiende a aquellos que tratan de combatir el actual orden de cosas por todos los medios imaginables y reprobados; si S. S. llama salida de tono el que yo venga aquí a defender a un gobernador, porque este gobernador se ocupaba en desbaratar trabajos y planes revolucionarios contra la revolución de Septiembre en defensa de ésta, espere S. S. que mis salidas de tono tendrán lugar siempre que eso se haga.

El gobernador de Pamplona, no sólo no ha hecho lo que se ha expuesto por S. S. (y le suplico que otra vez oiga con más prevención a su ninfa Egeria que ahora), sino que ha hecho precisamente todo lo contrario. Y ha sido tal su tolerancia durante su mando en aquella provincia, que ha permitido todos los trabajos electorales, aun con manifiestos que, en mi opinión eran subversivos. Señores Diputados, todas las banderas se pueden levantar en este país, todas las candidaturas al trono se pueden defender menos la del llamado Carlos Vil, que está excluida por las leyes del reino. No se trata ahora de las personas; se trata de las instituciones que las leyes del reino echaron fuera da la Nación después de una guerra civil de siete años. ¿Cómo creéis que se pueda presentar esa bandera, en la cual está escrito el absolutismo con toda la política y con todo el sistema contra el cual se declaró la Nación, primero con las armas en la mano, y después legalmente?

Pero hay más. había en ese manifiesto electoral otra cosa más grave, y era una gran excitación a las provincias Vascongadas para que se rebelaran contra la situación actual, porque se declaraba en ese manifiesto que ya había desaparecido todo lo convenido en Vergara, que el cañón de Alcolea había deshecho el convenio de Vergara. Estos manifiestos corrieron, y el gobernador nada dijo por eso, y los candidatos a la diputación a Cortes por aquella provincia no tenían seguramente por qué quejarse de aquella autoridad.

¿Pero sabe el Sr. Figueras lo que eran en realidad, a lo menos para algunos de los que los firmaban, aquellos manifiestos electorales? Pues no era sino una manera de establecer mejor sus planes revolucionarios contra la situación actual. Es decir, que al mismo tiempo que se trabajaba para la cuestión electoral, se valían de esos trabajos y de esos agentes electorales para trabajar de otro modo, por otro estilo y para otra cosa. El Sr. Múzquiz, al mismo tiempo que iba y venia y mandaba sus comisionados y agentes para la cuestión electoral, sus comisionados y agentes iban para otra cosa; y cuando el gobernador de la provincia, cuando la autoridad de la provincia se convenció de lo que eran las idas y venidas, cuando tuvo pruebas evidentes de los hechos, mandó adoptar una disposición. La adoptó, y prueba de que no anduvo muy descaminado es que el juez, como sabe su señoría, mandó la prisión; y lo poco que he dicho, lo poco que ha podido decir no he tenido que saberlo de la autoridad judicial, porque lo que he dicho aquí no es más que lo que se averiguó en el acto de la prisión y lo único que no sabia me lo ha dicho el Sr. Figueras respecto del exhorto a la Habana; de manera que S. S. es el que ha hecho aquí ciertas citas. (El Sr. Figueras: Yo no he citado aquí más que lo que S. S. ha dicho.) Pues bien, la prueba de que el gobernador no hizo más que cumplir con su deber, cuando tomó la medida enérgica que tuvo necesidad de tomar, se vio perfectamente comprobada por los documentos que se le encontraron, como después ha sido comprobado también por otras cosas que se han averiguado y que no estoy en el caso de decir en obsequio del Sr. Múzquiz.

Respecto al Sr. Cruz Ochoa, no es exacto lo dicho por S. S., y cuando S. S. dice lo contrario a lo que aquí es verdad, debo creer que quien se ha dejado mover de ruines y viles pasiones, es S. S; y con esto lo devuelvo las palabras que me ha dirigido...

El Sr. FIGUERAS: Pido que se escriban esas palabras. Veremos quién es el vil, Sr. Sagasta.

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Yo no he dicho que el Sr. Figueras sea vil. S. S. dijo que yo me dejo llevar por viles sentimientos, y no he hecho más que devolverle esas palabras.

El Sr. FIGUERAS: Yo no he dicho sino mezquinas pasiones, porque soy cortés en el debate. Pido que se escriban esas palabras, Sr. Presidente.

El Sr. VICEPRESIDENTE (Cantero). ¡Orden!

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): ¿No dijo S. S. la palabra vil? Pues entonces retiro mis palabras; pero si no estoy equivocado, S. S. usó las que le he devuelto.

El Sr. FIGUERAS: Vengan las pruebas, vengan las notas taquigráficas.

El Sr. VICEPRESIDENTE (Cantero): ¡Orden, orden!

El Sr. FIGUERAS: Es necesario que se retiren de un modo absoluto. Yo la palabra que usé fue la de mezquinas, como lo probaré.

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Las retiro; pero S. S. no sólo calificó de mezquinas las pasiones, sino que, me parece no estar equivocado, añadió también miserables pasiones y no he hecho más que volver a S. S. las palabras que me dirigió...

El Sr. FIGUERAS No es cierto, Sr. Presidente: pido que se escriban las palabras del Sr. Ministro.

El Sr. VICEPRESIDENTE (Cantero): ¡Orden, orden, Sr. Figueras!

El Sr. FIGUERAS: Déjeme V. S. usar de mi derecho.

El Sr. VICEPRESIDENTE (Cantero): Sr. Figueras, no está V. S. en su derecho. Cuando haya concluido el Sr. Ministro, V. S. tendrá el derecho que le da el Reglamento, y yo seré el primero en conservarle en él. Ahora no puede V. S. hablar.

El Sr. FIGUERAS: Cedo a la indicación del Sr. Presidente. [338]

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Pues bien, el Sr. Cruz Ochoa, a consecuencia del procedimiento que se seguía con el Sr. Múzquiz, al cual no se le ha faltado a ninguna consideración de las que se deben a una persona decente, a un caballero; refiriéndose a estos procedimientos el Sr. Cruz Ochoa, dirigió una comunicación a los periódicos diciendo que se cometían tropelías, y tropelías inauditas. El gobernador podrá o no equivocarse; creyó que allí había un atentado a su autoridad, un delito, y pasó el periódico al juez, y las autoridades judiciales fueron las que procedieron contra el Sr. Cruz Ochoa; no fue el gobernador. Creyó, en efecto, el fiscal que existía ese delito, y procedió en su consecuencia. ¿Dónde está aquí esa arbitrariedad? ¿Dónde esa usurpación de funciones por el gobernador de la provincia? ¿Se equivocó? Allí estaba el fiscal. De manera, que con el Sr. Cruz-Ochoa se ha procedido con arreglo al Código penal, sin que en eso tenga nada que ver el funcionario público que allí representaba al Gobierno. No; al Sr. Múzquiz ni al Sr. Ochoa se les ha faltado, ni mucho menos ha habido arbitrariedad alguna de parte de un funcionario que ha prestado grandes servicios, que algún día se sabrán, y que quizá ha impedido la guerra civil, o por lo menos el principio de la guerra civil que allí se ha Intentado más de una vez: primero, para impedir el ejercicio del sufragio universal; después, para impedir el escrutinio, y por último, para evitar la reunión de las Cortes. Nada de esto se ha logrado, y quizás es debido a los servicios prestados por esa y otras autoridades.

Por eso me duele en el alma que a los que están conspirando se les venga aquí a defender, rebajando y desprestigiando a dignísimas autoridades que no se han hecho acreedoras bajo concepto alguno a tan injustificados ataques. Yo no alcanzo a dónde puede conducirnos esa política, no lo sé; pero el hecho es que cuando ahora más que nunca necesita la autoridad del Gobierno el prestigio y la fuerza necesarias para resistir los ataques y desbaratar los maquiavélicos planes que por todas partes fraguan los reaccionarios, entonces se viene aquí a rebajar las autoridades en favor ¿de quién? en favor do los mismos que están conspirando y deseando destruir lo que tanto trabajo nos ha costado conquistar. ¿Y quiénes hacen esto? Los que se llaman más liberales que nosotros; pero nos ha costado mucho la revolución para que permitamos que en ningún caso se pierda.

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Figueras tiene la palabra para rectificar

El Sr. FIGUERAS: Podía rectificar, pero no quiero hacerlo: el Sr. Ministro ha hablado; antes lo he hecho yo, y el país nos juzgará a uno y otro. Pero S. S. me ha atribuido ciertas palabras y yo quiero la prueba al canto.

Ruego al Sr. Presidente se -sirva mandar venir las notas taquigráficas en lo que se refieren a la última cláusula de mi discurso, que ha terminado así, según recuerdo, porque tengo buera memoria: S. S. se figuraba estar oyendo lo que decía un absolutista o un carlista, y replicaba yo "que vale más oír a un carlista, que no dar oídos a mezquinas pasiones". Estas son mis palabras, y no las que me ha supuesto el Sr. Ministro, y por eso insisto en que se traigan las notas taquigráficas. Es más: yo soy hombre leal, y si hubiera usado la frase de miserables pasiones, así como el Sr. Ministro ha retirado sus Palabras, no tendría inconveniente alguno en retirar las mías. Estoy seguro de no haberlas dicho, pero que se vean las notas.

El Sr. PRESIDENTE: Señor Diputado, vendrán si S.S. insiste en ello, pero no lo considero necesario cuando asegura que no ha dicho lo que se supone, y la Cámara ya está persuadida de esto.

El Sr. FIGUERAS: ¿Están conformes los Sres. Diputados en que no he dicho lo que se ha supuesto (Varios señores: Sí, sí.) Pues entonces no insisto más.

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN: Como ya he manifestado que si no se habían dicho esas palabras, no tenía yo necesidad de devolverlas, tampoco yo insisto. Creí haberlas oído: sin duda me he equivocado, y me alegro mucho. Mi objeto no fue más que devolver una frase que me pareció injusta.

El Sr. FIGUERAS: Repito que...

El Sr. PRESIDENTE: Señor Diputado...

El Sr. FIGUERAS: Ruego a V. S. que me deje hablar.

El Sr. PRESIDENTE: Tiene V. S. la palabra.

El Sr. FIGUERAS En este punto debemos ser escrupulosos. Cuando el Sr. Ministro de la Gobernación ha hablado primero, no se ha ocupado de lo que yo dije, y solo lo ha hecho en su rectificación. De todos modos, conste que las cosas han pasado como yo ha referido.

El Sr. PRESIDENTE: Queda terminado este incidente.



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